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CHETA en el Festival Internacional Temporada Alta de Buenos Aires.

Florencia Caballero Bianchi, dramaturga y directora de CHETA (Uruguay):

“Esta obra es un ejercicio de memoria y opinión”


¿Cómo hablarían de la propuesta escénica que traen a TABA? Siempre definimos CHETA como un ejercicio de memoria, entendiendo a la memoria como un proceso tanto individual como colectivo y siempre profundamente político. Un recuerdo es siempre subjetivo y nunca del todo real. Trabajar con la memoria es siempre un campo minado, en donde lo real y la imaginación con la que completamos lo que no podemos o queremos recordar se encuentran en constante tensión. A eso se agrega el discurso de lo que hemos acordado recordar, lo que la HISTORIA ha decidido que es el relato, a fin de cuentas, un acuerdo, no la verdad objetiva. Hablar sobre mi adolescencia como hija de padres “clase media de izquierda” en el contexto de un barrio profundamente empobrecido, fue rendir tributo a la lucha por el hombre nuevo, en medio de la que nací a fines de los 80 y que llega a nuestros días convertida en una izquierda negociada, unos principios que a veces han sido vencidos por las realidades brutales de nuestra sociedad capitalista y patriarcal. No basta con luchar por un mundo mejor, hay que batallar todos contra todo lo que hemos aprendido y nos domina día a día en cada decisión cotidiana. Esta pieza al igual que un recuerdo se encuentra suspendida en una hiperrealidad distorsionada por el discurso, oscila entre la representación y el posdrama, en un espacio impreciso con la cualidad de situarse para luego desaparecer, un lugar que es muchos lugares a la vez. En una dinámica de reconstrucción constante, esta obra es un ejercicio de memoria y opinión, de confrontación ideológica constante entre nosotros como personas y como sociedad.


¿Cuál es la propuesta estética y cómo se inscribe en la escena de su país o región? Trabajar sobre el proceso de la reconstrucción de la memoria nos llevó a generar un enorme trabajo de investigación documental por parte de todo el equipo. Las actrices y actores, Alejandra Artigalás, Jonathan Parada, Bruno Travieso y Matilde Nogueira hicieron una recopilación de testimonios de la época y registraron sus propios recuerdos. Descubrimos en ese proceso que la herida continúa abierta y que fueron años tan tristes que se había preferido no hablar del tema. Desde el punto de vista del diseño Ximena Seara (Espacio y Luces), Cecilia Bello (Vestuario) y Francesca Crossa (Sonido y Video) trabajaron en un proceso de documentación de época y geográfica y posteriormente sobre la síntesis, desplegando dispositivos de construcción y reconstrucción constante en un espacio sintético que opera sobre la acumulación de sentido y la transformación. Para el equipo hacer esta obra en el contexto actual es aportar a la pregunta ¿Cómo es que se construyen nuestras realidades actuales? ¿Estamos meramente a merced de condiciones que no podemos controlar? o ¿O nosotros mismos construimos todos los días sin darnos cuenta el entramado que reproduce la injusticia social? No tenemos respuestas, buscamos generar preguntas que nos ayuden a buscarnos y, en una de esas, encontrarnos cuando se apaga la luz.


Nota completa en Nodacultura


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